martes, 5 de junio de 2012

Sin necesidad de amistad previa.

    Cuando le conté a una amiga que mi primer encuentro sexual con Samuel (que aún no era mi pareja) había sido en la trastienda de un bar, sin haber cruzado apenas unas cuantas palabras, se espantó: "¡Pero qué has hecho! Te has perdido lo mejor, ¿cómo quieres ahora mantener su atención? Le has dado lo que quería, el placer hay que retrasarlo, a los tíos les gusta esperar." 
     La miré con compasión. Mi atolondrada amiga desconocía dos cosas: lo que era una atracción sexual pura, y que los hombres en el placer, apenas tienen normas. Y era curioso que hablara de lo que él quería, sin preguntarme qué era lo que había querido yo.
    Samuel y yo apenas habíamos tenido una charla de unos diez minutos. Entre otras cosas porque teniéndole delante, a mi me costaba mantener una conversación fluida. Mi mente se quedaba en blanco. Su presencia me excitaba tanto que me temblaba la voz. Asi que fue una charla tan sexualmente tensa que cuando se apartó de mí, tragué saliva y casi suspiré aliviada. 
    Un mes más tarde volvimos a encontrarnos en el mismo bar en el que solíamos vernos. Nos miramos entre la gente, y al poco tiempo,  él se me acercaba con una llave en la mano. 
- Si quieres, podemos irnos dentro un rato...
    Le dije que sí, claro. Se lo dije con el mismo ansia que mi amiga le diría que sí a una tarta de chocolate. No sabía nada de él, solo lo que me habían contado, y no era nada bueno. Pero ni falta que hacía. Me atraía de una forma irracional, instintiva, era como el hambre. ¿Cómo se puede retrasar algo así? Aquel rato entre cajas de cerveza y refrescos, bajo una bombilla mortecina, con el tumulto cercano del bar sonando de fondo, es de las mejores experiencias sexuales que he tenido en mi vida. Entonces Samuel era practicamente un desconocido. 
    Más adelante, vendría la diversión, y más tarde, tras un paréntesis, las confidencias, antes y después de hacer el amor. Samuel y yo fuimos amantes desde el principio, desde la primera mirada. Luego nos fuimos conociendo, pero todo nos resultaba familiar, era como si nos reconociesemos el uno en el otro. A veces la conexión sexual es consecuencia de una conexión mucho más amplia. Y nada de eso necesita de preámbulos  alambicados. 
     Lo cierto es que mi amiga, con sus trucos y sus estrategias, no ha conseguido mantener una relación estable y satisfactoria. Su vida sexual  es casi inexistente. Eso sí, tiene un montón de amigos, que, según ella, están deseando pillarla. Mientras lo cuenta se atiborra a bombones. Vale.